Sunday, November 01, 2009


DOS
Poema
.



Eran Dos, bajo un mismo cielo y un solo mar … eran DOS.
Vinieron un buen dia y tomadas de la mano, por la calle
central del poblado de pescadores, rentaron la casa grande.
Madera sol y conchas.

Bordaron cortinas de hilo.
Plantaron albahaca y tomillo.
Incrustaron las paredes de cristales
pulidos por las olas…


Cuatro huellas en la arena humeda.
Una hamaca azul… otra naranja, un solo viento… que empujaba
un barquillo hecho de palma, pintado de arena.
De noche la luna cubria el poblado, su luz era tenue, estaba posada sobre la casa grande, DOS danzaban.
Y su danza era juego.
Y su danza era rito.
Y parecía que se columpiaban en sus rayos… el pueblo dormía.
Acababan de sonar las DOS.
A la mar se hacían temprano las gastadas yolas ( se sabían ya las olas)
Ellos sin saber que el horizonte continuaba, confundían el brillo del sol con el salto de los peces.

Se colaba el café, el humo olía a mangos nuevos. Ellas miraban
la naturaleza seca, sus casas estaban de espaldas al mar, sus hijos
arrancaban ruidos a latas herrumbradas.
Armadas de parasoles de mimbre, como dos gaviotas,las inquilinas subían
de mañana a la terraza y medían el espacio, los niños como desaforados,
bailaban frenéticamente al son de las latas, al atardecer cortaba el día en dos.
La noche llegó pronto,
la luna era como un inmenso farol de plata, los bohíos relucían como cocuyos,
los hombre bebían ron, viendo tejer a sus mujeres una inmensa red.
En la galería de la casa grande, las Señoras
sonreían en dos mecedoras de alto espaldar.

Seis días pasaron.
El ron se agotó… el cáñamo se había terminado.
Los niños ocultos por la maleza, del solar baldío frente a la
casa grande, tocaban sus latas, y ya no era ruido, sino lamento.
De pronto la casa grande, fue un ascua de luz plateada como la
panza de un pez DOS… tenían la luz presa en los extremos de la gran red
y corrían hacia el mar….
Y dejando atrás la noche, fueron tragadas por el mar
Por momentos la profundidad fue completamente transparente como un acuario
de cristal
la Señoras, no volvieron.
La Luna, tampoco…

Ivan Miura

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